“Misión Fátima Chile” es una iniciativa que anima y facilita la peregrinación de la Imagen oficial de Nuestra Señora del Rosario de Fátima, enviada desde su Santuario en Portugal, dando a conocer también el mensaje y los medios que la Virgen María nos dejó en Fátima, para alcanzar la paz, la conversión de los pecadores e instaurar la devoción a su Inmaculado Corazón.

Desde la fe, iluminada por el Espíritu Santo a través del Magisterio de la Iglesia, reconocemos que los eventos extraordinarios, manifestados desde 1916 en Cova da Iría (Fátima, Portugal), han sido queridos por Dios. Él intervino de forma extraordinaria en la historia de la humanidad permitiendo a la Santísima Virgen María manifestarse en Fátima como Nuestra Señora del Rosario para reafirmar el camino –la “misión”– ya revelado por Jesucristo en los Evangelios.

Esta peregrinación por Chile que inicia el próximo 16 de septiembre, lleva junto con la imagen el mensaje depositado en el corazón de los pastorcitos para iluminarnos en la fe, renovarnos en la esperanza y fortalecernos en la caridad. Buena Nueva de Dios comunicada a través de Nuestra Señora y cuyos pilares que se nos invita a vivir son:

La oración (particularmente del Santo Rosario y en la Adoración al Santísimo Sacramento).

La eucaristía: El tema eucarístico está presente en el desafío hecho por la Señora de blanco: «¿Queréis ofreceros a Dios? ¿Queréis ofreceros por la humanidad?» Se hace así eco de aquella palabra inauguradora de Cristo: «É aquí el cáliz de la Nueva Alianza en mi sangre, que va a ser derramada por vosotros» (Lc 22,20). Las palabras de la Señora son una invitación renovada a vivir a partir de la lógica eucarística del don de si, inaugurada por el Nazareno. Y el «Sí, queremos ofrecernos» de los tres pequeños pastores de Fátima, como primicias del mensaje, es la firma previa de una vida llena de entrega humilde en las manos de Dios por los hombres. La reparación pedida en Fátima no es otra cosa que la participación del misterio eucarístico de Cristo, de su misión redentora. Esta invitación a vivir eucarísticamente es también el amago de la petición de la comunión reparadora en los primeros sábados.

La reparación de los pecados: Es insistente la petición de reparación en el acontecimiento de Fátima. El Ángel invita al sacrificio y a la oración «en acto de reparación por los pecados con que [Dios] es ofendido». También la Señora del Rosario desafía al don de si «en acto de reparación por los pecados con que Dios es ofendido» y mediante la recepción regular del Sacramento de la Reconciliación.

Como expresa el pastorcito san Francisco Marto: «Dios está tan triste, por causa de tantos pecados». «Si yo fuese capaz de darle alegría». La reparación no es nada más ni nada menos que un acto de amor. Así lo vive san Francisco Marto, el consuelo de Dios: no como una imposición, si no como un acto libre de amor de quien quiere alegrar a aquel que ama y por quien se sabe infinitamente amado.

Conversión: La llamada a la conversión es nuclear en el mensaje de Fátima y evoca el drama de la redención. De cara a la visión del infierno, Jacinta pregunta: «¿qué pecados son los que esa gente hace para ir al infierno?» Y la prima Lucía, en la inocencia de su infancia, intenta dar una respuesta: «No sé. Tal vez el pecado de no ir a Misa los Domingos, de robar, de decir palabras feas, rogar plagas, jurar.» La dimensión personal de la conversión es central en el mensaje de Fátima. Y, mientras, la llamada a la conversión hecha en Fátima no se agota en su dimensión personal:  también es convocatoria al don de si por la conversión de los otros y por la conversión de los dinamismos de la historia, en la seguridad de que la comunidad de los creyentes, en el discipulado de Cristo, tiene un ministerio de la conversión. Después de la primera oración del Ángel, el drama del mal está presente: «Os pido perdón por los que no creen, no adoran, no esperan y no os aman.» Los sacrificios por la conversión de los pecadores serán expresión de la ofrenda sacrificial que los pastorcitos hacen de si mismos y la que todos estamos llamados. Es el camino de la cruz, el camino de quien ama a Cristo.

La Consagración al Inmaculado Corazón de María: En Fátima Nuestra Señora presenta su Corazón Inmaculado como «el refugio y el camino que … conducirá hasta Dios».  Se trata de dejarse convertir por la misericordia divina para vivir según el querer de Dios y así enfrentar el mal, reparar todo daño causado por ese mal y lograr en consecuencia la salvación de muchos.