memorias hermana lucia fatima
  • Lugar: en su habitación, en Pontevedra
  • Fecha: 10 de Diciembre de 1925

«Se le apareció la Santísima Virgen y, a su lado, suspenso en una nube, un Niño. La Santísima Virgen, poniéndole en el hombro la mano y mostrando, al mismo tiempo, un corazón que tenía en la otra mano, rodeado de espinas.

Al mismo tiempo, dijo el Niño:

Ten pena del Corazón de tu Santísima Virgen que está cubierto de espinas, que los hombres ingratos en todos los momentos le clavan sin que nadie haga un acto de reparación para eliminarlos.

En seguida dijo la Santísima Virgen: 

– Mira, hija mía, Mi Corazón rodeado de espinas, que los hombres ingratos, a cada momento, me clavan con blasfemias e ingratitudes. Tú, al menos, haz algo por consolarme y di que quienes durante cinco meses, el primer sábado, se confiesen, reciban la sagrada Comunión, recen el Rosario y me hagan 15 minutos de compañía, meditando en los 15 misterios del Rosario con el fin de desagraviarme, yo prometo asistirles en la hora de la muerte con todas las gracias necesarias para la salvación de esas almas.»

Carta de la Hermana Lucía desde Tuy, con fecha 17 de diciembre de 1927, en Memórias da Irmã Lúcia I. 14.ª ed. Fátima: Secretariado dos Pastorinhos, 2010, p. 192.

  • Lugar: en el patio, en Pontevedra
  • Fecha: 15 de Febrero de 1926

«El día 15-2-1926, volviendo yo allí [para vaciar un cubo de basura en el patio], como es costumbre, encontré a un niño que me parecía ser el mismo [que ya encontrara una vez más antes allí] y le pregunté entonces:

– ¿Has pedido al Niño Jesús a la Madre del Cielo?
El niño se vuelva hacia mí y me dice:
¿Y tú has difundido por el mundo lo que la Madre del Cielo te pidió?
Y, en esto, se transforma en un Niño resplandeciente. Conociendo, entonces, que era Jesús, dije:
– ¡Jesús mío! Tú bien sabes lo que mi confesor me dijo en la carta que te leí. Decía que era precioso que aquella visión se repitiese, que hubiese hechos para que fuese creída, y la madre Superiora, sola, propagar este hecho, nada podía.
Es verdad que la Madre Superiora sola, nada puede; pero, con mi gracia, puede todo. Y basta que tu Confesor te de licencia, y tu Superiora lo diga, para que sea creído, hasta sin saber a quién le fue revelado.
– Pero mi Confesor decía en la carta que esta devoción no hacía falta en el mundo, porque ya había muchas almas que te recibían, los primeros sábados, en honor de Nuestra Señora y de los 15 misterios del Rosario.
– Es verdad, hija mía, que muchas almas los comienzan, pero pocas los acaban; y las que los terminan, es con el fin de recibir las gracias que ahí están prometidas; y me agradan más las que hicieron los cinco con fervor y con el fin de desagraviar al Corazón de tu Madre del Cielo, que los que hagan los 15, tibios e indiferentes…
(– ¡Jesús mío! Muchas almas tienen la dificultad de confesarse el sábado. ¡Si permitiese que la confesión de ocho días fuese válida!
– Sí. Pueden ser muchos más días, contando que estén en gracia en el primer sábado, cuando me reciban; y que en esa confesión anterior hayan hecho la intención de, con ella, desagraviar al Sagrado Corazón de María.
– ¡Jesús mío! ¿Y las que se olvidaran de colocar esa intención?
– La  pueden colocar después en otra confesión siguiente, aprovechando la primera ocasión que tuvieran para confesarse.)»

Carta de la Hermana Lucía a Mons. Pereira Lopes, su confesor, en Memórias da Irmã Lúcia I. 14.ª ed. Fátima: Secretariado dos Pastorinhos, 2010, p. 193-194; versión completa (en portugués) en António Maria Martins, Cartas da Irmã Lúcia. 2.ª ed. Porto: Livraria Apostolado da Imprensa, 1979, p. 86.

  • Lugar: en la capilla, en Tui
  • Fecha: 13 de Junio de 1929

«La única luz era la de la lámpara. De repente, se iluminó toda la capilla con una luz sobrenatural y sobre el altar apareció una Cruz de luz que llegaba hasta el techo.
Con una luz más clara se veía, en la parte superior de la Cruz, una cara de hombre con el cuerpo hasta la cintura, sobre el pecho una paloma también de luz, y pegado a la Cruz, el cuerpo de otro hombre. Un poco más abajo de la cintura, suspendido en el aire, se veía un cáliz y una Hostia grande, sobre la cual caían algunas gotas de sangre que corrían por los rostros del Crucificado y de una herida en el pecho.
Deslizándose por la Hostia, esas gotas caían dentro del Cáliz:
Bajo el brazo derecho de la Cruz estaba Nuestra Señora («se trataba de Nuestra Señora de Fátima con su Inmaculado Corazón … en la mano izquierda, … sin espada ni rosas, pero con una corona de espinas y llamas») con su Inmaculado Corazón en la mano…
Bajo el brazo izquierdo, unas letras grandes, como si fuesen de agua cristialina que corriesen hacia lo alto del altar, formaban estas palabras: “Gracia y Misericordia”.
Comprendí que se me estaba mostrando el misterio de la Santísima Trinidad, y recibí luces sobre este misterio que no me es permitido revelar.

Después Nuestra Señora me dijo:
– Llegó el momento en el que Dios pide al Santo Padre hacer, en unión con todos los obispos del mundo, la consagración de Rusia a mi Inmaculado Corazón, prometiendo salvarla por este medio. Son tantas las almas que la Justicia de Dios condena por pecados contra Mi cometidos, que vengo a pedir reparación: sacrifícate por esta intención y ora.

Di cuenta de esto a mi confesor, que me mandó escribir lo que Nuestro Señor quería que hiciese.

Más tarde, por medio de una comunicación íntima, Nuestro Señor me dijo, quejándose:
– ¡No quisieron atender mi petición!… Como el rey de Francia, arrepentirse y hacerlo, pero será tarde. Rusia tendrá ya propagados sus errores por el Mundo, provocando guerras, persecuciones a la Iglesia: el Santo Padre tendrá mucho que sufrir.»

Descrição da Irmã Lúcia ao Pe. José Bernardo Gonçalves, seu confessor, em Memórias da Irmã Lúcia I. 14.ª ed. Fátima: Secretariado dos Pastorinhos, 2010, p. 195-196; cf. António Maria Martins, Cartas da Irmã Lúcia. 2.ª ed. Porto: Livraria Apostolado da Imprensa, 1979, p. 77-78.