La vivencia de este día, estimula a los creyentes a meditar, con la ayuda de María, todos los Misterios de la Salvación.
El día 13 de octubre de 1917 en su cuarta aparición a los pastorcitos en Cova da Iría, la Santísima Virgen María hizo una revelación y solicitud a todos los fieles a través de los pequeños:
“…soy la Señora del Rosario… continúen siempre rezando el Rosario todos los días”.
Desde el siglo IX los monjes irlandeses hacían nudos para contar las Ave Marías en lugar de los Salmos, costumbre que se extendió y cristalizó en el Santo Rosario. Y el año 1208 la Virgen entrega a Santo Domingo de Guzmán un Rosario pidiéndole que lo recen los cristianos para superar las dificultades espirituales y humanas. En el siglo XVI surge la lucha encarnizada entre los cristianos y los turcos. Y el Papa San Pío V pidió ayuda a la Virgen.
Como consecuencia de la victoria de los cristianos en la Batalla de Lepanto, el Pontífice dedicó el 7 de octubre a Nuestra Señora del Rosario en acción de gracias. Así se ha ido celebrando esta Fiesta de generación en generación, perpetuándose por el pueblo fiel la devoción al Santo Rosario. La vivencia de este día, estimula a los creyentes a meditar, con la ayuda de María, todos los Misterios de la Salvación. Así se contempla la presencia de la Reina del Cielo en la Redención del Género humano.